Escribir sobre las gafas se me ocurrió tras el encuentro con Sonia, hacia tiempo que no sabíamos nada la una de la otra, hecho que originó una agradable charla, entre las novedades que nos contamos estaba la de mi proyecto personal (www.encuadrarlavida.com), encontrándolo muy interesante y pidiéndome que la informase cuando estuviera en funcionamiento. Tenía la intención de enseñárselo a su hija adolescente, ya que lleva gafas y a menudo se discuten por no querérselas poner. Empaticé con Sonia, imaginé lo complicado que debe ser convivir con una hija adolescente. La adolescencia la etapa “estrella” que la mayoría de madres y padres temen, en la cual se dan una gran cantidad de cambios: emocionales, pasan de la tristeza a la alegría en unos segundos, fisiológicos, se encuentran apresados en un cuerpo que no se reconocen y afectivos, se distancian del nido familiar para establecer fuertes lazos con sus iguales. La mayoría de adolescentes suelen seguir unos mismos patrones y cuando alguno se aleja del canon establecido, sea por obligación o por iniciativa propia, la sociedad lo etiqueta. Y las etiquetas no gustan a nadie. Las gafas pueden ser esa etiqueta que le hacen ser a un adolescente diferente al resto de sus iguales.

Las gafas

La RAE define gafas como anteojos que se sujetan a las orejas o de alguna manera por detrás de la cabeza. Una definición concisa y breve si se tiene en cuenta lque en España utilizamos gafas unos 25 millones de personas de un total aproximado de 46 millones. ¡Son muchas personas y muchas gafas! Mi opinión personal es que las gafas son para mi mucho más que unos simples anteojos que se sujetan detrás de las orejas, son las herramientas que me facilitan la vida y en consecuencia me ofrecen bienestar conmigo misma, con los demás y con el entorno. Decir que durante los años que hace que llevo gafas he ido tejiendo una red de vivencias que han concluido en la afirmación: mejor con gafas que sin.

Mejor con gafas que sin

En un primer momento cuando te dicen que debes llevar gafas, o saltas de alegría o gruñes malhumorada, las reacciones pueden variar según la edad de la persona. Los niños poco les preocupa llevar gafas, una vez acostumbrados a ellas, lo que quieren es continuar jugando con sus compañeros como siempre. Eso si, a los padres de estos chiquillos se les viene encima una preocupación más: preguntándose cuanto tiempo van a durar los cristales sin rayas o sin romperse una de las varillas. ¿Y si es en plena floración adolescente cuando le recomiendan a uno las gafas? Es probable que se origine un dilema interno al querer llevarlas porque le ayudan a ver mejor y querer sacárselas para asemejarse a sus iguales. Aunque actualmente los padres tienen una muy buena estrategia para convencer a sus hijos adolescentes que se pongan las gafas fácilmente: existe una nueva moda o tendencia de llevar gafas sin graduar como complemento estético o para practicar el famoso “postureo”. en el siguiente enlace se comenta esta tendencia muy seguida por ciertas celebrrities. Y si el llevar gafas te llega en edad adulta, la preocupación desaparece porque te vuelves practico, usándolas sin reproche porque te das cuenta que te facilitan la visión.

En conclusión, como he comentado anteriormente llevamos gafas porque nos facilitan la vida y si nos las quitamos se nos dificultan el hacer determinadas tareas,como ¿qué pasaría si nos sacásemos las gafas para maquillarnos? seguramente que cuando nos las volviéramos a poner quedariamos sorprendidas del “estupendo” maquillaje que nos hubiéramos hecho y ¿si para limpiar la casa o el coche nos las sacásemos? Pues que no estaria del todo limpio. A veces podemos generar un sentimiento de frustración al querer leer y no saber donde están las condenadas gafas o nos podemos levantamos de la siesta en el sofá y nuestra cara parece un cuadro abstracto de Kandinsky o nos mosqueamos cuando al entrar en un local se corre un tupido velo delante de nuestros ojos. Así infinidad de situaciones “cotidianas”, cómicas y divertidas que una no se plantea hasta el mismísimo momento en que empieza a usar gafas. Aunque, es cierto que tarde o temprano, llega el día en que ya no nos damos cuenta de qué las llevamos puestas. Estas ascienden a un estado omnipresente convirtiéndose en parte de uno mismo y en un preciado complemento que nos identifica como individuos seguros, singulares e irrepetibles. Yo me las pongo siempre, me corrigen la miopía y la baja visión provocada por la enfermedad de Stargardt. Porque yo me siento mejor con gafas que sin.